lunes, abril 28, 2008

Desequilibrios Regionales

COLUMNA DE OPINION

Por Cecilia López Montaño
Senadora Partido Liberal
Miembro de la comisión Segunda

Los problemas de desigualdad de la sociedad colombiana no han logrado superar el discurso de los diferentes gobiernos. Se han dado algunos avances en términos de reducción de niveles de pobreza y muy poca mejoría en indicadores de concentración del ingreso, pero la verdad es que a este ritmo se necesitarían demasiadas décadas para que el país logre integrar a la modernidad a la gran mayoría de la población. Actualmente, casi la mitad de los colombianos viven por debajo de la línea de pobreza y se tiene una concentración del ingreso de las más altas del mundo. Estos datos demuestran lo lejos que se está de construir un mundo justo para toda la población. El alto crecimiento económico alcanzado en los últimos años no se ha traducido en un avance igual o similar en el campo social y, ésta incapacidad del crecimiento de mejorar realmente la situación de millones de personas, debería ser la gran preocupación del país. Ha quedado en evidencia que se requieren cambios radicales tanto en la política económica como en las estrategias sociales, si Colombia quiere lograr una sociedad justa. Y no solo, como hasta ahora, tener algunas islas de modernidad.

Una de las variables poco consideradas en los estudios sociales es el desequilibrio regional que caracteriza al desarrollo colombiano. El país no ha logrado romper las grandes diferencias, cada vez más evidentes, entre las principales ciudades y las más pequeñas; entre departamentos y entre el sector urbano y el rural. Aparentemente Colombia se acostumbró a que Bogotá y ahora Medellín, sean ciudades con los mejores indicadores y poco le preocupa el rezago de la Región Caribe, el atraso del Pacífico y la ampliación de la brecha rural-urbana. Sin embargo, se presenta actualmente una nueva oportunidad para que estos desequilibrios regionales empiecen a ser parte de la agenda económica y social del país.

Una evaluación reciente del impacto del NAFTA en las diversas zonas geográficas de México, es una experiencia particularmente valiosa para Colombia. El TLC con Estados Unidos y los que vienen con 57 países del mundo, siguen siendo la gran prioridad del gobierno y de los empresarios que se sienten ganadores con esta mayor apertura comercial. Pues bien, lo que México ha vivido en diez años de su tratado comercial con Canadá y Estados Unidos, es que lejos de mejorarse las desigualdades regionales, están se han disparado de manera impresionante. El norte se ha beneficiado significativamente y el sur se ha descolgado en términos de desarrollo. La situación era muy distinta antes del Tratado, zonas progresistas y rezadas se distribuían por igual en todo el país. De esta experiencia se obtienen importantes lecciones, especialmente para las Costas colombianas y en particular, para la Región Caribe. El estudio mexicano, analizado por Adolfo Meisel, identifica tres elementos para asegurar que las regiones se beneficien de los Tratados comerciales: la proximidad a los mercados que reducen los costos de transporte; las economías de escala y la aglomeración; y las llamadas condiciones iniciales, infraestructura y capital humano. Como lo señala Meisel, la Región Caribe solo tiene la primera condición y no cumple con ninguna de las otras dos. Y muchas de las regiones distintas a Bogotá, Antioquia, Cundinamarca y Valle, ni siquiera tienen la primera. Por consiguiente, en estas circunstancias de desequilibrio regional, el TLC o mejor todos los tratados, exigen una verdadera estrategia para reducir las desigualdades entre ciudades, regiones y zonas del país.

Con el entusiasmo por el libre comercio, será posible que se comprenda por fin la necesidad de mayor equidad en el desarrollo regional? ¿No habrá llegado el momento de mirar con mayor cuidado las costas colombianas que albergan la mayoría de pobres, que no tienen infraestructura y donde el desarrollo humano es deplorable? Podrán las políticas agropecuarias seguir concentradas en los latifundistas? Es posible, pensando con el deseo, que ahora si, cuando estos problemas pueden reducir las ventajas de los acuerdos comerciales, toquen la voluntad del país para empezar a trabajar en uno de los grandes limitantes de la equidad social: el crecimiento desigual de distintas regiones del país.

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Teresita