miércoles, julio 16, 2008

Ingrid y los Indígenas


Columna de Opinión
Por Alexander López Maya
Senador de la Comisión Sexta
Polo Democrático Alternativo

La semana pasada concluyó en medio de la inmensa alegría del pueblo colombiano por la feliz liberación de Ingrid Betancourt y los soldados y policías cautivos con ella, amen de los tres agentes contratistas norteamericanos. No puedo hacer otra cosa, que sumarme de manera pública a este escenario de júbilo colectivo y enviar mis mayores consideraciones y sentimientos de solidaridad a los liberados y sus familias. Nunca más tendremos la sombra de Ingrid en la selva, como una pesada ancla sobre la conciencia de la nación y su incapacidad para resolver sus conflictos de forma pacífica. Ahora veremos a la Dra. Betancourt ejerciendo plenamente sus derechos y reconciliada con sus hijos y su proyecto de vida, y con ella, sus compañeros, en plena libertad.

Ingrid esta libre y así tenía que ser, independientemente de las circunstancias extraordinarias de su liberación, hoy nuestro país cuenta con este hecho en positivo y solo esperamos que el final del cautiverio de quienes aún continúan en la selva, llegue pronto y con él se consuma el criminal proceso del secuestro como un medio de la confrontación. De la misma manera, renuevo mi llamado público para que todos los actores armados, liderados por el Gobierno Nacional concreten de forma inmediata y aprovechando este momento, la posibilidad de un acuerdo que permita la solución política negociada a este conflicto, porque así como Ingrid y sus compañeros tenían que ser liberados, esta guerra debe concluir. Pero no debe concluir de cualquier manera ni bajo los artificios de un operativo de inteligencia militar, propios de la dinámica de un conflicto armado irregular pero no de la negociación de un proceso de paz.

La paz que reconcilie a Colombia debe ser el resultado de una actitud transparente de la sociedad colombiana que asuma con lealtad sus conflictos y los resuelva, por medios pacíficos y civilistas. Poco a poco, este país debe entender que llegamos inexorablemente al final de la hegemonía de los armados y el inicio de una época de paz, liderada por la sociedad en su conjunto.

En este sentido, quiero una vez más, resaltar el ejemplo de los pueblos indígenas del Cauca - los mismos a los cuales el Presidente Uribe en un gesto de soberbia inaudita se refiere de manera increíble como “los invasores” – quienes en medio de la euforia de la liberación de los secuestrados, denuncian nuevamente, en Audiencia Pública en el municipio de Corinto en el norte del departamento del Cauca, el pasado viernes 4 de Julio, la arremetida violenta de la que han sido objeto en los últimos días por parte del establecimiento político, de la Fuerza Pública y de los grupos armados.

Campaña de exterminio y sometimiento, en la cual se les intimida, se les persigue, se les asesina, se les envenena su agua y se les agrede su territorio por el simple hecho de ejercer su autoridad constitucional en su jurisdicción natural y luchar por su derecho ancestral a la vida, mediante los rituales de liberación de la madre tierra. Los pueblos indígenas a través de sus autoridades tradicionales y sus vigorosos proyectos sociales, empuñando el bastón de mando de la guardia indígena, no se resignan a renunciar a sus ideales y a sus sueños de nación originaria y con pleno derecho a existir. Por eso denuncian los asesinatos de sus comuneros el pasado 29 de Mayo en Corinto por acciones presuntas de efectivos del Ejército Nacional, los heridos por brutalidad policíaca en el tratamiento del conflicto de la finca La Emperatriz en Caloto, los reclutamiento forzados en sus territorios, las intimidaciones y señalamientos de la Gobernación del Cauca y la Tercera Brigada, la orquestación de un plan de desplazamiento que viene liderado desde el propio Gobierno Nacional.

La lucha de unos y otros por la libertad, la liberación de unos y otros, la redención de Ingrid y sus compañeros y de los indígenas en el Cauca, serán las pulsaciones vitales del final del conflicto y el inicio de una causa profunda y estable por la paz de Colombia.

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Gracias por escribirme. Saludo cordial.
Teresita