martes, agosto 07, 2007

Columna de opinión Cecilia López

UNA PELEA ENTRE DESIGUALES

por Cecilia López Montaño

No fue estimulante ni esperanzador el episodio del pasado jueves, cuando el señor Presidente Uribe y el profesor Moncayo se enfrentaron en la Plaza Bolívar frente a las cámaras de la televisión y ante una polarizada concurrencia. Ver a un Presidente de la República despelucado, hablando a grito herido y en actitudes retadoras, dejó en claro la pérdida innecesaria de la majestad presidencial y, a su vez, un hombre humilde, valeroso, confuso y apabullado por la actitud presidencial, con lágrimas en los ojos, reforzó la realidad de un país polarizado entre poderosos y débiles, que es incapaz de encontrar soluciones consensuadas a los graves problemas nacionales. Mucho se ha hablado de este episodio y pocos se han atrevido a calificarlo como feliz, entre otras, porque su motivo, la necesidad de llegar a un Acuerdo Humanitario, se perdió en la mitad de este difícil encuentro. No muchos conocieron lo que sucedió previamente en la carpa del profesor, pero quienes tuvieron esa oportunidad podían predecir el final de este encuentro. Mucha tensión, palabras fuertes, recriminaciones se dieron en privado que luego de alguna manera salieron a la luz.

Un hecho que se ha ignorado cuando se trata de establecer quién ganó y quien perdió en ese difícil encuentro es la desigualdad entre los supuestos contendores. Se trata nada menos de un enfrentamiento entre el Presidente de Colombia, uno de los más populares que ha tenido el país, con una capacidad infinita de manejo de las masas, con un humilde profesor de un pueblo de Nariño, cuyo único poder es su valor para defender la libertad de su hijo y con ella la de miles de ciudadanos secuestrados. El solo hecho del diálogo ya es un triunfo para este profesor y su causa. Lo que no hemos hecho 44 millones de colombianos lo logró este hombre caminando más de 1.000 kilómetros, llorando su desgracia y la de miles de compatriotas.

Sentimientos encontrados se identifican hoy. Por un lado existe una clara realidad: el profesor Moncayo logró abrir una compuerta que estaba cerrada en la sociedad colombiana, la de las víctimas de la guerra que no han tenido ni voz ni reconocimiento. No solamente se trata de los miles de secuestrados por años en las selvas del país sino también de los miles de desaparecidos sobre los cuales se sabe aún menos. Pero, por otro, no obstante el éxito de la caminata del profesor Moncayo, no se ven cambios reales en la actitud del Gobierno frente al secuestro y mucho menos de las FARC. Muy defensivo el señor Presidente frente al tema, muy agresivo con la guerrilla, muy blando con los “paras” y muy convencido del éxito de su protagonismo en la plaza publica. Mudos, los guerrilleros de las FARC, se limitan a mirar el espectáculo que les debe producir sonrisas, como decía un editorialista. No son estos los mejores elementos para encontrar salidas reales e inmediatas.

Más que seguir en la inútil discusión de quién ganó y quién perdió, dos hechos son relevantes. Primero, qué hacer para que esta compuerta que abrió el profesor Moncayo no se cierre y evitar que la causa de los secuestrados vuelva a caer en el olvido. Y segundo, qué va a ser el Gobierno, que está ante una difícil encrucijada que ni los Ministros ni el mismo Presidente han podido manejar hasta ahora con acierto. No puede ser esta una nueva oportunidad perdida y que los 3 mil secuestrados sigan muriendo lentamente en las selvas esperando una posible escapada o la muerte en procesos de rescate o en manos de sus captores. Claros que las FARC son los grandes culpables pero ni el Gobierno ni la sociedad colombiana pueden evadir la responsabilidad de sacar estos compatriotas del infierno en que viven. La pelea desigual ha sido solo el comienzo de una etapa que debe tener un final feliz.


cecilia@cecilialopez.com

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Gracias por escribirme. Saludo cordial.
Teresita