martes, septiembre 01, 2009

Mala Política, Mal Gobierno

Columna de Opinión
Senadora Cecilia López
Partido Liberal


Lo que ocurrió en la Cámara de Representantes esta semana es un mal presagio. La compra de conciencias, el gasto del erario público para favorecer una iniciativa política y, en términos generales, la pérdida descarada de la vergüenza que ha demostrado la dirigencia nacional para lograr la aprobación de la conciliación del referendo, son una muy mala muestra de la forma en que se haría la política en este país de seguir el presidente Álvaro Uribe en el Palacio de Nariño. Aunque bien es cierto que estas prácticas políticas no son invento de este gobierno y anteriormente se “hacían debajo de cuerda”, no se puede celebrar el hecho de que, “por lo menos ahora nos estamos enterando de lo que está pasando en tiempo real”. Es que este tipo de artimañas politiqueras no se deberían presentar desde un comienzo. Más grave aún: el Ejecutivo, como rama del poder público encargado de administrar el destino de la Nación, tiene la obligación de dar ejemplo de comportamiento ético y acatamiento de la ley en todo momento.

El entonces candidato presidencial Barack Obama, en su libro The Audacity of Hope, le dedicó un amplio espacio al tema de la política y su importancia a la hora de definir el destino de los pueblos. Decía Obama, “(…) la única manera de ejercer poder y de gobernar los designios de los países es por medio de la política (…)”. Y continuaba el ahora presidente de los Estados Unidos “(…) Un gobierno que verdaderamente sirva a los americanos requerirá una clase diferente de política (…)”. Mensajes claros que subrayan lo determinante que es la forma como se ejerce la política. Obama pedía una forma diferente de hacer política para cambiar el destino del país y la mentalidad de los estadounidenses. ¿Qué podemos esperar los colombianos de la política cuando las prácticas clientelistas que siempre hemos criticado, se siguen presentando ante nuestras propias narices?

Hechos como los observados esta semana no hacen sino alejar a los colombianos de la política y ayudar a que la abstención se convierta en la regla en las diferentes elecciones. La política, como aquella actividad que tiene como finalidad mejorar el desarrollo de las sociedades, tiene que hacerse de manera diferente; tiene que hacerse de manera limpia. El presidente estadounidense logró un triunfo arrollador en las pasadas elecciones, en gran medida, por saber comunicarle esta nueva forma de hacer política al electorado de su país.

En una línea similar, el politólogo español, Joan Prats, se ha referido al valor de la ética y los peligros del clientelismo. En su texto, Instituciones y desarrollo en América Latina ¿Un rol para la ética? Prats afirma que en nuestras sociedades latinoamericanas, las reglas formales del comportamiento (leyes) coexisten con las reglas informales institucionalizadas como el clientelismo, prebendalismo, patrimonialismo y mercantilismo, entre otros. Esto, según el investigador, explica el doble juicio moral que se presenta cuando, por un lado valoramos negativamente el clientelismo pero, por el otro, manifestamos permisividad con respecto a su práctica. Este tipo de prácticas, explica Prats, se deben a las debilidades de nuestra organización y acción colectiva. En otras palabras, a la debilidad de nuestra institucionalidad.

Ahora, según el autor, el peligro de estos comportamientos es que socaban las instituciones de las cuales depende la fortaleza de los pueblos. Tal como lo afirma, “(…) se descubre que económicamente las instituciones son importantes en la medida en que determinan lo costoso que en una determinada sociedad resulta hacer transacciones”. Entonces, una institucionalidad mala y, por ende, voluble, bloquearía el desarrollo. Para sustentar esto último toma un informe del Banco Mundial titulado Beyond the Washington Consensus: institutions matter, el cual descubre una correlación positiva entre desarrollo institucional y crecimiento económico y la importancia de la confianza en la promoción del crecimiento. Se ve entonces el rol de la política en el desarrollo económico de los Estados y la necesidad de desmontar el modelo clientelar y caudillista para lograr esquemas más desarrollados e incluyentes.

La política entonces sí importa y más una buena política que acerque a la gente y que se desarrolle en medio de un marco legal fuerte y preestablecido. Prácticas como las del rifirrafe de la conciliación del referendo estimulan el vicio en la política, perpetúan reglas informales que tanto daño le han hecho a las democracias latinoamericanas y dejan un pésimo precedente de lo que vendría más adelante en caso de que el gobierno logre su cometido, minando así la confianza del pueblo en la política. Porque, como bien afirma Prats, “El peor horizonte es el del crecimiento de individuos informados pero indiferentes, inteligentes pero crueles”.

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Teresita